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La encina y la caña

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A la Caña la Encina dijo un día: - "A la Naturaleza Bien podéis acusar, por vida mía; El sutil abadejo Es carga para vos abrumadora; El aura que rizando bullidora Va del arroyo el trasparente espejo, A bajar os obliga la cabeza; Mientras tanto mi frente, Al Cáucaso empinado semejante, Intercepta del sol el rayo ardiente, Resiste con fiereza De la borrasca el ímpetu pujante. Todo ser aquilón para vos debe Y todo es para mí céfiro leve. Si nacido siquiera Hubiérais al abrigo de mis hojas Que entoldan la pradera, Menor de vuestras penas y congojas La muchedumbre fuera; De tempestad bravía Contra el ciego furor os guardaría; Mas tenéis de ordinario vuestra cuna A la margen de la húmeda laguna, Y pienso que el Destino caprichoso Fue para vos hasta el exceso injusto". - "Vuestra piedad" - le respondió el arbusto, "Es hija de un carácter generoso, Pero no os aflijáis, porque es el viento Más para vos

Los zánganos y las abejas

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Por la obra se conoce al artesano. Sin dueño unos panales se encontraban, Y con derecho vano Zánganos sin pudor los reclamaban. A tales pretensiones se opusieron Las Abejas, y al punto A una Avispa de letras acudieron Pidiéndole fallar en el asunto. Esto no era tan fácil, pues decían Los testigos jurados que se oyeron, Que en torno de esas fábricas habían Visto girar alados animales Osuros de color, largos, zumbones; Las señas eran tales Que a Zánganos y Abejas convenían. No hallando qué decir a estas razones Hacer mandó la Avispa con esmero Nuevas informaciones, Y la declaración de un hormiguero Escuchó en el asunto, Pero no pudo decidir el punto. ¿A qué bueno todo eso? Dijo entonces Abeja muy prudente, Hace más de seis meses que el proceso, Señora, está pendiente, Y no avanzamos más que el primer día. La miel se agría entre tanto, y a fe mía Ya es tiempo de que el juez dé su sentencia, Sin otra moratoria. ¿A qué fárrago t

El gallo y la perla

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Una perla se encontró Cierto Gallo; la cedió A un lapidario, y decía: "Pienso es fina, mas de fijo El menor grano de mijo Mucho más me convendría". Un manuscrito heredó Cierto Ignaro; le llevó A un bibliófilo, y decía: "Pienso es raro y exquisito, Pero el menor escudito Mucho más me convendría".  

El niño y el maestro de escuela

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En esta historia demostrar pretendo De cierto imbécil la advertencia vana. Al margen de un arroyo discurriendo Un Niño cayó al agua una mañana. El cielo permitió que por ventura Un sauce allí estuviera, Y que después de Dios el árbol fuera La salvación de aquella criatura.   Con fuerza de sus ramas agarrado Estaba el pobre chico, y asustado, Cuando acertó a pasar un Pedagogo. "¡Socorro, que me ahogo!" El Niño le gritó. Volvió el semblante Al escuchar sus gritos, el pedante, Y escogió inoportuno ese momento Para reñirle con adusto acento: - "¡Ah! mirad al pequeño atolondrado Adonde le llevó su aturdimiento; Id de estos pillos a tener cuidado! ¡Oh padres sin ventura y sin consuelo Que velais por canalla semejante, Piedad me causa vuestro triste anhelo! Y después que hubo hablado lo bastante Sacó del agua al infeliz chicuelo. A más de cuatro gentes vitupero, Y todo charlatán interminable, Todo censor ridículo y

El zorro y la cigüeña

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Compadre Zorro se propone un día Gastar mucho dinero, Y a su comadre la Cigüeña envía Cortés un mensajero Rogándola comer en compañía. Fue el regalo mezquino Y sin mucho aparato; El galán, un avaro de lo fino, Vivía parcamente Y ofreció nada más por lodo plato De leche con azúcar una fuente. Estorbó a la Cigüeña el largo pico Y no probó alimento; En tanto, el compadrico Lamió toda la fuente en un momento.   Por vengarse de burla semejante, A poco la Cigüeña le convida. - "Con mucho gusto", respondió el tunante, "Con mis buenos amigos en la vida Gasté yo cumplimiento".   Así que del convite llegó el día, De la Cigüeña fue al a lojamiento,   Alabó su extremada cortesía Y del festin lo raro y exquisito; Ponderó sobre todo su apetito (Nunca faltó a los zorros, a fe mía); De la carne el olor le deleitaba Y muy tierna y sabrosa la juzgaba. Pero en trozos pequeños dividida, En vasos especiales fue servida. De

El hombre maduro y sus dos novias

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Un hombre de edad madura Que empezaba a encanecer, Juzgó que llegado había Del matrimonio la vez. Como era en extremo rico, Tenía donde esdoger; Las mujeres se esforzaban Porque las hallase bien; Él no se daba gran prisa, Aunque las dejaba hacer, Que decidir es difícil Cosa de tanto interés. Mas su corazón dos viudas  Lograron enternecer; Una, joven todavía; La otra ya en la madurez, Que reparaba con arte Del tiempo el estrago cruel. Estas dos viudas, jugando Y riendo a más no poder, Arreglaban a su gusto La cabeza del doncel. La vieja a cada momento Arrancaba sin merced Un poco del pelo negro Que allí se dejaba ver, Porque su amante estuviese Más a su gusto; a su vez La joven los pelos blancos Le quitaba con placer, Y tanto las dos hicieron Que nuestro pobre doncel Al cabo se quedó calvo Y advirtió la mala fe. "Gracias" -dijo- "mis hermosas, Que así pelado me habéis; Gano más de lo que pierdo Porque no me casaré. La que tomara querría Arreglarme sin merced Al gusto su

La muerte y el leñador

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Un pobre Leñador, a quien cubría Una carga de ramas al exceso, Encorvado gemía Del haz y de los años bajo el peso. Marchaba a paso lento Para llegar a su cabaña oscura, Pero en cierto momento, De dolor y fatiga sofocado, Tira al suelo lacarga exasperado, Piensa en su desventura. ¿De qué gozó desde que está en el mundo? Su desdicha es inmensa y sin segundo; Sin pan a veces, siempre sin reposo, Su mujer y sus hijos maltradados, El impuesto oneroso,   Las deudas, los soldados, La dura servidumbre, De sus penas la enorme pesadumbre Agravan y su triste desconsuelo,   Y le hacen de infelices el modelo.   Llama a la Muerte, que al momento llega Y le pide sus órdenes risueña; Entonces él con humildad le ruega Le ayude en hombros a poner su leña. Todo la muerte para siempre cura, Pero es mejor quedemos como estamos "Vale más que morir el que suframos", Es divisa de toda crialura.