Los zánganos y las abejas

Por la obra se conoce al artesano.
Sin dueño unos panales se encontraban,
Y con derecho vano
Zánganos sin pudor los reclamaban.
A tales pretensiones se opusieron
Las Abejas, y al punto
A una Avispa de letras acudieron
Pidiéndole fallar en el asunto.
Esto no era tan fácil, pues decían
Los testigos jurados que se oyeron,
Que en torno de esas fábricas habían
Visto girar alados animales
Osuros de color, largos, zumbones;
Las señas eran tales
Que a Zánganos y Abejas convenían.
No hallando qué decir a estas razones
Hacer mandó la Avispa con esmero
Nuevas informaciones,
Y la declaración de un hormiguero
Escuchó en el asunto,
Pero no pudo decidir el punto.
¿A qué bueno todo eso?
Dijo entonces Abeja muy prudente,
Hace más de seis meses que el proceso,
Señora, está pendiente,
Y no avanzamos más que el primer día.
La miel se agría entre tanto, y a fe mía
Ya es tiempo de que el juez dé su sentencia,
Sin otra moratoria.
¿A qué fárrago tanto, y tanta audiencia,
Tanta interlocutoria?
¿No ha estudiado ya bien el expediente?
Decrete incontinente,
Sin misterios ni más contestaciones,
Que los Zánganos vengan y fundadas
Prueben que son sus necias pretensiones
Trabajando a la par de mis brigadas;
Entonces se verá quien hacer sabe
Con zumo tan suave
Celdas más acabadas.
Los Zánganos el medio no aceptaron;
Así manisfestaron
Que era la empresa superior a su arte,
Y a la contraria parte
Los panales de miel se adjudicaron.
Ojalá se arreglaran de tal modo
Todos los pleitos en el mundo todo,
De los moros conforme a la costrumbre;
El simple buen sentido equivaldría
Al Código, y sin duda no se haría
De gastos tan inmensa muchedumbre.
Mientras que nos destrizan
Y nos devoran hoy y pulverizan
Con tanta lentitud y tantas artes,
Y las más de las veces
Los ostiones les tocan a los jueces
Y nada más las conchas a las partes. 

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