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Mostrando las entradas de diciembre, 2017

La encina y la caña

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A la Caña la Encina dijo un día: - "A la Naturaleza Bien podéis acusar, por vida mía; El sutil abadejo Es carga para vos abrumadora; El aura que rizando bullidora Va del arroyo el trasparente espejo, A bajar os obliga la cabeza; Mientras tanto mi frente, Al Cáucaso empinado semejante, Intercepta del sol el rayo ardiente, Resiste con fiereza De la borrasca el ímpetu pujante. Todo ser aquilón para vos debe Y todo es para mí céfiro leve. Si nacido siquiera Hubiérais al abrigo de mis hojas Que entoldan la pradera, Menor de vuestras penas y congojas La muchedumbre fuera; De tempestad bravía Contra el ciego furor os guardaría; Mas tenéis de ordinario vuestra cuna A la margen de la húmeda laguna, Y pienso que el Destino caprichoso Fue para vos hasta el exceso injusto". - "Vuestra piedad" - le respondió el arbusto, "Es hija de un carácter generoso, Pero no os aflijáis, porque es el viento Más para vos

Los zánganos y las abejas

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Por la obra se conoce al artesano. Sin dueño unos panales se encontraban, Y con derecho vano Zánganos sin pudor los reclamaban. A tales pretensiones se opusieron Las Abejas, y al punto A una Avispa de letras acudieron Pidiéndole fallar en el asunto. Esto no era tan fácil, pues decían Los testigos jurados que se oyeron, Que en torno de esas fábricas habían Visto girar alados animales Osuros de color, largos, zumbones; Las señas eran tales Que a Zánganos y Abejas convenían. No hallando qué decir a estas razones Hacer mandó la Avispa con esmero Nuevas informaciones, Y la declaración de un hormiguero Escuchó en el asunto, Pero no pudo decidir el punto. ¿A qué bueno todo eso? Dijo entonces Abeja muy prudente, Hace más de seis meses que el proceso, Señora, está pendiente, Y no avanzamos más que el primer día. La miel se agría entre tanto, y a fe mía Ya es tiempo de que el juez dé su sentencia, Sin otra moratoria. ¿A qué fárrago t

El gallo y la perla

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Una perla se encontró Cierto Gallo; la cedió A un lapidario, y decía: "Pienso es fina, mas de fijo El menor grano de mijo Mucho más me convendría". Un manuscrito heredó Cierto Ignaro; le llevó A un bibliófilo, y decía: "Pienso es raro y exquisito, Pero el menor escudito Mucho más me convendría".  

El niño y el maestro de escuela

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En esta historia demostrar pretendo De cierto imbécil la advertencia vana. Al margen de un arroyo discurriendo Un Niño cayó al agua una mañana. El cielo permitió que por ventura Un sauce allí estuviera, Y que después de Dios el árbol fuera La salvación de aquella criatura.   Con fuerza de sus ramas agarrado Estaba el pobre chico, y asustado, Cuando acertó a pasar un Pedagogo. "¡Socorro, que me ahogo!" El Niño le gritó. Volvió el semblante Al escuchar sus gritos, el pedante, Y escogió inoportuno ese momento Para reñirle con adusto acento: - "¡Ah! mirad al pequeño atolondrado Adonde le llevó su aturdimiento; Id de estos pillos a tener cuidado! ¡Oh padres sin ventura y sin consuelo Que velais por canalla semejante, Piedad me causa vuestro triste anhelo! Y después que hubo hablado lo bastante Sacó del agua al infeliz chicuelo. A más de cuatro gentes vitupero, Y todo charlatán interminable, Todo censor ridículo y

El zorro y la cigüeña

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Compadre Zorro se propone un día Gastar mucho dinero, Y a su comadre la Cigüeña envía Cortés un mensajero Rogándola comer en compañía. Fue el regalo mezquino Y sin mucho aparato; El galán, un avaro de lo fino, Vivía parcamente Y ofreció nada más por lodo plato De leche con azúcar una fuente. Estorbó a la Cigüeña el largo pico Y no probó alimento; En tanto, el compadrico Lamió toda la fuente en un momento.   Por vengarse de burla semejante, A poco la Cigüeña le convida. - "Con mucho gusto", respondió el tunante, "Con mis buenos amigos en la vida Gasté yo cumplimiento".   Así que del convite llegó el día, De la Cigüeña fue al a lojamiento,   Alabó su extremada cortesía Y del festin lo raro y exquisito; Ponderó sobre todo su apetito (Nunca faltó a los zorros, a fe mía); De la carne el olor le deleitaba Y muy tierna y sabrosa la juzgaba. Pero en trozos pequeños dividida, En vasos especiales fue servida. De

El hombre maduro y sus dos novias

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Un hombre de edad madura Que empezaba a encanecer, Juzgó que llegado había Del matrimonio la vez. Como era en extremo rico, Tenía donde esdoger; Las mujeres se esforzaban Porque las hallase bien; Él no se daba gran prisa, Aunque las dejaba hacer, Que decidir es difícil Cosa de tanto interés. Mas su corazón dos viudas  Lograron enternecer; Una, joven todavía; La otra ya en la madurez, Que reparaba con arte Del tiempo el estrago cruel. Estas dos viudas, jugando Y riendo a más no poder, Arreglaban a su gusto La cabeza del doncel. La vieja a cada momento Arrancaba sin merced Un poco del pelo negro Que allí se dejaba ver, Porque su amante estuviese Más a su gusto; a su vez La joven los pelos blancos Le quitaba con placer, Y tanto las dos hicieron Que nuestro pobre doncel Al cabo se quedó calvo Y advirtió la mala fe. "Gracias" -dijo- "mis hermosas, Que así pelado me habéis; Gano más de lo que pierdo Porque no me casaré. La que tomara querría Arreglarme sin merced Al gusto su

La muerte y el leñador

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Un pobre Leñador, a quien cubría Una carga de ramas al exceso, Encorvado gemía Del haz y de los años bajo el peso. Marchaba a paso lento Para llegar a su cabaña oscura, Pero en cierto momento, De dolor y fatiga sofocado, Tira al suelo lacarga exasperado, Piensa en su desventura. ¿De qué gozó desde que está en el mundo? Su desdicha es inmensa y sin segundo; Sin pan a veces, siempre sin reposo, Su mujer y sus hijos maltradados, El impuesto oneroso,   Las deudas, los soldados, La dura servidumbre, De sus penas la enorme pesadumbre Agravan y su triste desconsuelo,   Y le hacen de infelices el modelo.   Llama a la Muerte, que al momento llega Y le pide sus órdenes risueña; Entonces él con humildad le ruega Le ayude en hombros a poner su leña. Todo la muerte para siempre cura, Pero es mejor quedemos como estamos "Vale más que morir el que suframos", Es divisa de toda crialura.  

La muerte y el desventurado

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Llamaba un Desgraciado cada día En su ayuda la Muerte; "¡Cuán bella eres, señora, le decía, Ven pronto a terminar mi triste suerte!" Pensó ella que acudiendo le servía, Llama a la puerta, y entra, y se aproxima, Y grita contemplándola el pobrete:   " ¿Qué es eso tan horrible que da grima? ¡No te acerques, oh monstruo! ¡véte, véte!" Mecenas, que fue un hombre distinguido, Dijo en alguna parte: "Yo consiento En ser manco, impotente y aun tullido, Con tal que viva, y estaré contento".  No vengas nunca, ¡oh Muerte! con espanto Yo te digo otro tanto.

Simónides preservado por los dioses

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Jamás ha sido inútil la alabanza  Cuando fue dirigida A los dioses, al rey, o a la querida. Así Malherbe con razon lo avanza.   Los elogios halagan, Cautivan los humanos corazones; Y en ciertas ocasiones Ved cual los dioses el incienso pagan: Emprendido Simónides había De un Atlela el elogio, y su trabajo Apenas comenzado, apercibía   Del sujeto lo bajo.   Eran los padres del Atleta oscuros, Y su mérito propio consistia Sólo en las fuerzas y los miembros duros.   Habló de su héroe al comenzar el vate, Y agotado el asunto, Sobre Cástor y Pólux se debate, Insistiendo en el punto De su ejemplo glorioso A todos los atletas provechoso. Ensalza sus combates singulares, Describe los lugares En que los dos hermanos combatieron Y más se distinguieron. Con el elogio de los dioses llena De su obra, en fin, las dos terceras partes; El Atleta esas artes Sin embozo condena, Y aunque el precio ajustado era un talento, Veinte minas dió a

Los ladrones y el asno

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Por un borrico robado Dos ladrones se batían; Uno deseaba guardarle, Otro venderle quería. Mientras sendos puñetazos Se cruzan y multiplican, Y que los dos combatientes Solo de vencer se cuidan, Un tercer ladrón se acerca, Toma el jumento, y desfila. En ocasiones el Asno Es una pobre provincia; Son príncipes, los ladrones, De Transilvania o Turquía, Tal vez húngaros (se ofrecen Tres y no dos a mi vista, Porque siempre fue abundante Esta mala mercancía),   Las más veces de ninguno Es la robada provincia; Llega otro ladrón, y entre ellos Restablece la armonía, Para sí guardando el Burro Por derecho de conquista.  

El dragón de muchas cabezas y el dragón de muchas colas

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Cuenta la historia que un día  Cierto enviado del Gran Turco  Dijo en la Corte alemana  Que siempre cual fuerzas tuvo  En más que las del Imperio Las de su señor augusto. Un alemán le escuchaba, Y así le responde al punto: "Nuestro amo tiene vasallos Tan poderosos de suyo, Que un ejército podría Pagar sin pena cada uno". Era hombre de buen sentido, Y así dijo, el sabio turco: - "Señor mio, por la·fama Conozco el número justo De soldados con que cuentan,  Y me recuerda este asunto Un episodio muy cierto, Aunque extraño cual ninguno.  Una vez vi que pasaban, Yo estando en lugar seguro, De una hidra las cien cabezas A través de unos arbustos; Mi sangre comenzó a helarse,  Para menos no era el susto; Pero mi temor fue vano, Pues que nunca el cuerpo pudo Venir a mí de la bestia, Ni encontrar salida a punto. Pensaba en esta aventura Cuando otro Dragón robusto Con una cabeza sola Y colas en grande número, De pasar por allí trata. Un sentimiento profundo De mí se apodera, mezc

El hombre y su imagen

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Prendado de sí mismo un Hombre estaba Con amor entrañable y sin segundo, Y ufano imaginaba Ser el hombre más bello de este mundo. Los espejos tachaba de embusteros, Y en error tan profundo Transcurrían sus años placenteros. De curarle tratando la fortuna Por donde quiera le ofreció oportuna De las damas los mudos consejeros.   Espejos encontraba en los salones, Y en las tiendas suntuosas; Espejos del galán en los faldones, Y espejos en los ricos cinturones De mujeres hermosas. Nuestro Narciso entonces se confina En sitios apartados, Porque así se imagina Espejos no mirar por todos lados. Nacido empero de una fuente pura Un canal allí se halla por ventura. Se mira en él, la cólera le altera, Y en medio a sus enojos Pretenden ver sus iritados ojos Una vana quimera. En evitar se esfuerza cuidadoso El agua que ocasiona su tormento,   Y es el canal tan puro y tan hermoso Que le deja con hondo sentimiento. Lo que quiero probar

El lobo y el cordero

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Es la mejor razón la del más fuerle, Y vamos a probarlo de esta suerte:  Un Cordero bebía En la corriente de una linfa pura. A tiempo que venía A esos sitios en busca de aventura Un Lobo que del hambre padecía. -"¿Por qué enturbias osado mi brebaje? Dijo el Lobo temblando de coraje; "A castigarte voy, por vida mía".  El Cordero - "señor", respondió al punto, "Su Majestad sus ímpetus modere; Pido que en este delicado asunto Atenta considere Que bebo muy abajo en la corriente, Y que, por consiguiente, De ninguna manera Que mi sed sacie su bebida altera". - "Si, tú la alteras! replicóle airado  El feroz animal. Sé que atrevido  En el año pasado Hablaste mal de mí". - "Si yo no había En ese año nacido todavía, Cómo tan grave culpa he cometido?" -"Entonces fue tu hermano" - "Si no tengo"  - "Otro fue de los tuyos en tal caso, Yo sé que a cada paso Decí

La rata de la villa y la del campo

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De la villa una Rata cierto día A una amiga del campo convidaba, Con mucha corlesía, Y restos de volátiles le daba. Sobre una alfombra turca preparado Se encontraba el cubierto, Y puede mi lector tener por cierto Que las ratas le hallaron de su agrado. La sociedad era sin duda honesta, Espléndido el regalo y suculento; Pero alguno a tubar vino la fiesta A lo mejor del cuento. Oyóse del salón hacia entrada Rumor exlrafío y sospechoso, y ¡zape! Huyó la Rala de la villa a escape Y tras ella corrió su camarada. Apenas el rumor hubo cesado, Volvieron nuestras ratas a su empresa, Y al ponerse a la mesa La anfitriona, con tono almibarado, "Acabaremos, dijo, nuestro asado". "Basta, le respondió la campesina,   A casa ruego a usted venga mañana, Y no suponga que soberbia y vana Darla pretendo colación más fina; Pero allí nadie a interrumpirme viene.   Como a todo mi gusto; Para mí encantos el placer no tie

La golondrina y los pajaritos

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Viajando una Golondrina  Muchas cosas aprendió;   Que siempre quien mundo vió   Obtuvo vasta doctrina.   Las tempestades sentía   Antes que se desataran,   Y a fin de que se aprestaran   A los nautas prevenía.   Encontró cierta ocasion   A un rústico en la campaña,   Que iba sembrando con maña   El cáñamo a profusión.   "Esto, en verdad, no me agrada   Por vosotros, pobrecillos " Kes dijo a los pnjarillos   "Yo por mí no temo nada;   Porque en riesgo tan seguro   De aquí alojarme sabré,   O escondida viviré   En algun rincón oscuro.   ¿No mirais aquella mano   Que por los aires camina? Pues ha de ser vuestra ruina Lo que siembra este verano. Con ello redes harán Para envolveros arteras,   Y lazos y correderas   Que al vuelo os atraparán.   Máquinas de toda suerte   Que en la próxima estación   Causarán vuestra prisión   Si no causan vuestra muerte.   "Por eso", agregó prudente. "Come